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05 noviembre 2013

Destino enadenado - Capitulo XII

 
 
Destino enadenado

Autor: hanachan
hanachan en: Mundoyaoi Y Amor-yaoi

 




Capítulo 12
 
Convivencia
****
Cogió un impermeable, pues la lluvia caía incesante, cada vez más fuerte como pequeñas agujas que se clavaban una a una en la piel y se desvanecían para caer como meras gotas al deslizarse por la piel. Podía ser una sensación tanto placentera como desagradable. Pero más allá de eso, el problema era el susurrante viento que, junto con la humedad, causaba una sensación mucho más fría.
Y aquello era solo un indicio de que pronto comenzaría las clases en Mitsuhashi, junto con la finalización de ese largo verano.
Nueva universidad, nuevos amigos… nuevo hogar.
Suspiró, aún sin entender porque obedecía a ese hombre. Llevaba en una mano una valija con lo indispensable y un poco más.
Torció el gesto, poco convencido de estar en sus cabales. Pero, ¿qué podía hacer?
Callado, subió al coche, sin hacer comentario, sin mirarle y evitando recordar que aquel había sido el mismo hombre que le había humillado. Si lo pensaba, probablemente caería en una crisis nerviosa de la que dudaba poder salir.
Era la primera vez que estaba en un auto de ese calibre y estaba lo suficientemente ido como para no poder apremiarlo. Tampoco estaba en un humor como para poder hacerlo.
Tragó fuerte, despertando inevitablemente de su ensoñación. Tenía el edificio en frente suyo.
“Maldita sea, recuerdo tan bien este lugar”. Hubiera preferido olvidar todo, pero el lugar le era demasiado familiar a su memoria.
Y tal vez el recuerdo tan fresco le reavivó la llama del temor- eso o que estaba a poco de entrar a la guarida del lobo-, porque sus piernas comenzaron a temblar. Se sentía flácido y sin fuerzas para avanzar un paso. Una opresión lo siguió. Su corazón se aceleró. La vista se le dificultó y unas ganas de llorar se atoraron en su garganta. Quiso gritar y huir, pero no logro que sus pies reaccionaran. “No puedo. No puedo. No puedo.”
— Vamos, enano. Quieras o no, al menos debes fingir que vives allí. Entra y llama a tu hermano desde el teléfono fijo para que vea mi número en el identificador — Akihiko se bajó y pasó frente a él.
— ¡!…— Misaki se estremeció sobresaltado, pero no hizo sonido alguno.
Sus pupilas estaban dilatadas y el sudor había comenzado a perlar su frente.
Era muy claro para cualquiera que tenía miedo, uno que no se atrevía a enfrentar.
Akihiko le ignoró, resoplando. Entró al ascensor dejando a Misaki detrás.
“¿Te quedarás aquí por siempre? Vamos, ese hijo de puta no… no lo hará de nuevo”, en realidad no había certeza absoluta, pero de todos modos estaba allí.
Solo una cosa logró calmarle: ni bien hiciera esa llamada diciendo que viviría allí- una verdad a medias-, se piraría directo hacia la casa de Sempai. No tenía por qué estar tiempo con ese tipo, solo fingir estarlo. Y de paso se libraba de esa casa. Aunque no lo dijera en voz alta, no lo comentara, le traía aún peores recuerdos que los que Akihiko le traía.
—Vamos, inútil. ¿Qué te tomó tanto tiempo? — preguntó mordaz, ni bien Misaki entró al ascensor.
— Vete a la mierda.
Ambos bajaron en el último piso, el cual requería una lave especial, por tener el acceso directo al hall del pent-house, aunque para las visitas, éste hall servía como un comunicante a la puerta principal. Por lo general la misma no llevaba llave, pero cuando viajaba o necesitaba de privacidad exclusiva- a la que ni Aikawa podía irrumpir-, solía cerrar la puerta.
Misaki descubrió a primeras y antes de entrar que había porteros que comunicaban a la entrada en planta baja, al hall-solo por si acaso-y, al ascensor por todas las habitaciones para mayor comodidad.
Inhaló una gran bocanada de aire, como si de éste modo juntara valor para enfrentar lo que venía. Giro la perilla, y la puerta se abrió. Tras la puerta, que no tenía llave, Misaki encontró un escenario que nunca había imaginado encontrar. Él ya había estado en aquel lugar antes, ya se había asombrado por su gran tamaño, por la excentricidad de su dueño al poseer juguetes de infantes- tales como osos, trenes, conejos-. Recordaba desorden, incluso un poco de suciedad… pero esto superaba sus expectativas.
A pesar de ser el mismo lugar, éste era completamente distinto, algo faltaba, la atmósfera era aún más bizarra, y el olor que destilaba el lugar no le pasó desapercibido al menor. “¿E-es alcohólico?” Las botellas de whisky y vodka esparcidas por el suelo fueron su respuesta. Al acercarse, no sin miedo, al lugar donde se encontraba su casero también encontró el cenicero lleno de colillas de cigarrillos. “Es como si hubiera fumado alrededor de dos cajas completas…”.
Pasaron unos segundos de mutismo, en los cuales Akihiko entró como si nada, ausente, ignorando aquel desquicio y siguiendo su camino al estudio, dejándole en la entrada.
“Joder, que se ve demacrado, pero no para tanto. ¿Le habrá afectado a tal punto el casamiento?”, Misaki recorrió rápidamente el salón principal, el comedor y el living. Pr el camino no encontró más que cosas rotas, más botellas de bebida blanca vacías y un par de frascos de Valium y Vicodin. “El también tiene sus pastillas de la felicidad”. Eso le hizo recordar que, por más malnacido que fuera, aún era un humano.
Si su trabajo a partir de ese entonces era el de limpiar los desastres en esa casa, pues no lo tendría fácil
No supo si fue el ver el caos o el ver aquel lugar diferente a lo que esperaba el que lo calmó. O quizás creyó que Akihiko estaba lo suficientemente destruido emocionalmente como arruinarlo a él.
Sus temblores cesaron, su respiración se calmó, pero la inquietud seguía allí y no parecía marcharse pronto.
*
Ni bien habló con su hermano, ordenó el lugar y preparó algo para ese tipo, se dirigió a la puerta.
El trabajo había sido largo y cansado, pero había acabado con la peor parte.
Solo quería dormir, pero eso era imposible en un lugar como aquel. No había demorado en acudir a Keiichi por asilo y éste había aceptado…Aunque si era sincero con sí mismo, casi y lo prefería a su casa.
— Espera— Akihiko le llamó. Notó en sus ojos violáceos, de ese color extraño que parecía derretido y casi líquido dentro de sus pupilas que, en el fondo había algo semejante al arrepentimiento. Algo que según sus cálculos, Usami no sentía. —Esto es tuyo. Te lo devuelvo.
— ¿Qu…? — Le había devuelto una billetera, la suya. Esa que había perdido aquel fatídico día y la cual había dado por extraviada y sin retorno. La miró, con deseos de arrojársela a la cara. — Oh.
No hubo ningún ‘gracias’. Akihiko no los esperaba. Solo sonrió al ver la perpleja mueca con el seño fruncido en aquel rostro aniñado.
— Disfruta la noche en casa de tu novia — Comentó, con burla.
— Iré con sempai, no con Hana. No es apropiado a estas horas estar con una jovencita — respondió serio—. Aunque usted no es el adecuado cuando se habla de moral, ¿cierto? — Sonrió, estaba tenso, pero pronto se iría.
— Vete de una vez antes que te eche—murmuró dando una vuelta.
—Con gusto— se marchó dando un sonoro portazo
“¿Qué diablos en ese mocoso me calienta tanto? Es un maldito petulante”
****
Increíblemente la instalación del chico en su hogar no había sido ni por asomo lo compleja que había creído que sería. Había apostado que el chico no lo resistiría, aunque para su desgracia seguía allí.
O tal vez su fortuna.
Por primera vez en mucho, mucho, realmente MUCHO tiempo había logrado ver su casa impecable de lado a rabo. Y en mucho tiempo no había tenido tanta cantidad de ropa limpia a la vez, toda planchada y perfumada, como para no poder decidir que usar.
De su presencia no tenía noticias, porque limpiaba y se iba. Era más discreto que cualquier empresa de limpieza que había contratado hasta entonces, y eso que vivía allí.
O vivía a medias. Dejaba comida para que calentara en microondas, pero incluso recalentada sabía mejor que mucha comida de restaurants famosos a los que había ido.
Si tenía que reconocer algo es que ese mocoso tenía un talento único para ser encargado del hogar.
Había pensado que el que se volviera un poco menos que invisible sería suficiente, pero la situación en la que se encontraban le molestaba más de lo que le agradaba.
Y como cada que algo iba mal, Aikawa apareció para joderle aún más el humor.
¡Wow! — Miraba escandalizada el departamento— ¡Wow! —Era lo único que la había escuchado decir.
— Sí, ‘Wow, wow’. Creí que una editora era mejor que solo unos monosílabos. —siempre con sus comentarios, Aikawa ya estaba vacunada contra ellos
— Así que al fin me hiciste caso y contrataste un servicio de limpieza como te recomendé.
—Algo así…
—Y te afeitaste
—Sí
— Y ya no apestas a alcohol
— Ajá.
— Y…
— ¡Ya basta! ¡Se que estaba una mierda, pero déjame superar mi crisis sin criticarme!
Aikawa no se inmutó. Estaba contenta por él. De un modo u otro había vuelto a ser el famoso escritor Usami Akihiko. Y no el pordiosero que hacía menos de una semana actuaba como su cliente.
Probablemente estaba a leguas de escribir romance en el futuro cercano, pero… algo había cambiado. Para mejor
Sensei… He recibido un nuevo proyecto, aunque no para ‘Usami’ estrictamente hablando. Una novela BL. Sus seguidores empiezan a inquietarse en ese ámbito… Al menos déjeme decirle de que trata.
—… No pierdas mi tiempo y ve al grano—Aikawa nuevamente sintió alivio por no haber sido rechazada de antemano.
— Bien, es simple. Ya que no quiere hablar sobre romances acaramelados y eso, me pareció que ésta podría funcionar. Trata sobre el amor carnal: el sexo y el amor por separado. Básicamente es la historia de un pobre infeliz que vive una vida de excesos, enamoramientos rápidos, alcohol, sexo casual. Conoce a un hombre de éste modo, pero no logra seducirlo y se engatusa con la idea de tener lo que quiere. Trabaja solo para sobrevivir como un abogado de mala monta. Cuando comienza a enamorar al tipo y las cosas se vuelven candentes, comienzan los problemas. Luego de una vida como la suya, descubre que uno de sus tantos revolcones le ha contagiado el VIH. No hay final, pero dependería de ti si prefieres hacerlo tragedia dramática o tragedia romántica. O si un milagro sucede y alguien descubre la cura al SIDA. Pero me pareció adecuada… ¿Qué te parece?
— Abordar el SIDA es escabroso y complicado, aunque me vendría bien algo trágico. Sensual, pero trabajado y con drama. Creo… que no es imposible— No era un sí, pero en su mente Akihiko ya había armado segmentos de la historia conforme imaginaba.
Aikawa no daba crédito a lo que oía. El había dicho que sí, aunque hacía solo unos días había rechazado de lleno cualquier BL, trágico, o no.
>> Sin embargo, se ve que están ansiosos… Por lo general solo me das un tema con el cual explayarme, no una historia prácticamente armada.
— Sobre eso, bueno, no hay nada dicho. Si no te convence puedes armar tú la historia… — Aikawa se vio obligada a decir aquello, aunque si en manos de Akihiko quedaba, probablemente no lo haría y ya.
Akihiko pareció considerarlo por un tiempo y luego asintió con la cabeza.
— No. Me gusta la idea, aunque le haré los cambios que me plazcan.
Aikawa aceptó, sonriente. Ese era el mejor trato que podía conseguir e esos instantes. “¿Qué diablos lo ha cambiado? Se ve que aún está jodido por dentro, pero ha vuelto a ser igual de orgulloso que antes.”
*
Llevaba un tiempo entre sus idas y venidas desde la casa de Usami hasta la de Keiichi. Se le había vuelto un hábito, aunque sabía que no podía durar eternamente.
Lentamente iban aumentando las horas que pasaba en el apartamento y reduciéndose las que estaba con Keiichi. No porque éste le hubiera echado ni mucho menos, pero sabía que no podía depender de su hospitalidad.
— Takahashi-kun, sé que no puedes vivir con ese tipo— en la voz de Keiichi se sentía el rencor—, pero mañana estaré muy ocupado. Creo que deberías ir con alguien más por un par de días.
— Oh… sí. Lo siento— aquello fue como un balde para Misaki. No tenía dónde caer parado—.
— Oye, mírame— “mierda, lo he preocupado”, de ser por Keiichi, lo dejaría vivir en su propia casa. En su cuarto de ser necesario. O en su cama incluso—. Estarás bien, ¿cierto?
—…— “Ya va siendo hora de que enfrente mis problemas sin atar a los demás…”, Misaki lo tomó como una señal. Una que prefería, tardara un poco más. “No puedo dejar a sempai ocuparse de éste asunto como si el problema fuera de él y no mío”, Misaki levantó en alto la cabeza y sonrió. — Ve. No es nada. Ya estoy grande, aunque te cueste recordarlo.
— Nos vemos, entonces— le abrazó.
Esos momentos eran los únicos en los que le tocaba. Y le sabían a poco, luego de verle irse.
Joder, que necesitaba otra desfogada y pronto.
*
— He vuelto— se anunció ni bien entrar, aunque por la hora, usualmente Akihiko estaba encerrado en su estudio.
Caminó pesadamente. Saber que tendría que estar todo el día allí le cansaba mentalmente. Tendría que dormir allí por primera vez desde que se había visto obligado a mudarse.
Aunque admitía algo, dejar esa casa vieja y con malos recuerdos le había liberado de un peso que ni el mismo había notado que cargaba.
Pero para su sorpresa, sí había gente allí. En la mesa del living Akihiko y una mujer que no había visto antes estaban sentados, hablando. O mejor dicho discutiendo acaloradamente.
De ese tipo se había esperado muchas cosas, pero no que llevara a una mujer a su departamento.
Mucho menos a una tan guapa.
Hacía mucho que no analizaba a una mujer, pero saltaba a la vista de cualquiera. Tenía pestañas largas, piel clara y ojos grandes. Labios finos y cabello rojizo, probablemente teñido, pero de un tono que le sentaba bien. El maquillaje era ligero aunque adecuado.
Llevaba una falda diez centímetros arriba de la rodilla y tacos de plataforma, ambos turquesa, y una camisa blanca con vuelos. Color bien elegido por el contraste con su cabello.
Su cuerpo era delgado, pero con piernas dignas de ser admiradas.
Debía tener veintitantos.
Y junto a Akihiko hacían un cuadro extraño en el que ambos podrían encajar sin desentonar.
Sin embargo sintió pena por la pobre mujer. Alguien como Akihiko era mejor perderlo que encontrarlo.
— Lamento la interrupción— se disculpó. Fue entonces que el par lo notó. Akihiko se veía perplejo. Prácticamente no lo había visto desde su llegada. “Aunque ese era el plan, idiota”. Aikawa por otro lado estaba sorprendida y los ojos le brillaban. Una sonrisa casi imperceptible se formó, una que solo Akihiko entendería, pero éste no tenía ojos para ella.
— Oh, no te preocupes. Soy la editora de esa cosa— le señaló—. Aikawa Erika— le tendió la mano.
— Takahashi Misaki, un gusto— se presentó, dándole la mano. No le daba mala impresión. Incluso le parecía atractiva, aunque cuando dijo ‘editora’ sus ideas previas se esfumaron— Y, de un modo muy trágico y lamentable he terminado viviendo con esa cosa— contestó refiriéndose a Akihiko del mismo modo en que Aikawa lo había hecho.
Éste pareció reaccionar con ese apelativo.
—Cuida tus palabras mocoso que puedo sacarte de pataditas a la calle si me provocas.
— Quisiera ver como lo arreglarías luego con nii-san— sonrió. Ese era el punto débil de ambos, y la palabra mágica para que ambos dejaran de discutir. Cada que uno lo mencionaba, las palabras cesaban y ambos se mordían la lengua, por más respuestas mordaces que tuvieran. Por más que era un punto de conflicto, también era el único método de hallar paz.
— Un segundo, un segundo— Aikawa les interrumpió—. ¿Eres tú el hermanito de Takahiro?
— ¿Conoce a mi hermano?
—Claro. Era uno de los mejores- “y pocos”- amigos de Usami-sensei. Nos llevábamos bien, aunque hace mucho que no le veo.
— Oh, ya veo— De algún modo es tranquilizó más a Misaki. Esa mujer no podía ser igual de mala que Akihiko solo por estar con él ¿cierto?
— Oye, oye. Que tengo trabajo— cortó Akihiko al ver que la charla se alargaba—. Ve a prepararme comida, mocoso. Y no algo recalentado— recalcó.
— Un segundo…— Aikawa susurró a Akihiko, parecía procesar esas palabras. Cuando Misaki desapareció en la cocina, enfurruñado, Aikawa prosiguió—. Entonces él es quien limpia, cocina, lava, plancha y encima vive aquí, ¿o me equivoco?
— Algo así…
— ¿Empleado cama adentro? ¿A su edad? — Akihiko la conocía. Sabía que era un lobo en piel de cordero. Sabía que probablemente Misaki había sido engañado por la fachada de esa mujer, pero él sabía- y qué bien lo sabía- que la sonrisa que tenía estaba lejos de ser solo por amabilidad.
— Borra esa sonrisa de tu rostro que sé lo que piensas, demonio malvado— le cortó tajante—. Es el hermano de Takahiro. Es un mocoso insolente. No, no y no.
—Pero te gusta, ¿o me equivoco?
— ¿Qué diablos te hace creer eso?
— Que no lo ignoras. Que te ves decente otra vez. — “Que puedes hablar sobre BL sin saltar sobre alguien”, iba a agregar, pero lo guardó para sí—. Además, es una monada el ‘mocoso’, como tú le dices. —sonrió—. Y por mucho que digas odiarle, has de haberlo notado, ¿o no?
— Tú sabes que no puedo ver a otros hombres. No comiences con eso, que conoces bien la historia — murmuró, un tanto sombrío.
Aikawa suspiró. Sabía cuando dejar de insistir, y ese era el momento.
Sin embargo su intuición le decía que tanto arreglo, que esa repentina mejora y su nuevo entusiasmo tenía que estar conectado en algún punto al nuevo empleado.
****
La noche había sido larga, muy larga.
El temor le había impedido cerrar los ojos y sus sentidos estaban alera a cualquier indicio de pasos acercándose a la puerta.
Misaki pasó su primera noche en vela en el pent-house, intranquilo y con mucho miedo.
Pero en ningún momento oyó nada más que ruido desde el living, el estudio y aún más alejado, del dormitorio de Akihiko.
Tal vez y solo tal vez, en verdad estaba a salvo. Tal vez ya no lo volvería a tocar, pero era muy pronto para confiar.
Como no tenía nada que hacer ese día, se arrojó en el sofá a ver televisión luego de preparar el desayuno para su casero.
Podía irse y vagar para evitarle, pero no lo hizo, y lamentó no haberlo hecho.
Nunca le había visto recién levantado, y no era algo a lo que le gustaría acostumbrarse; Akihiko se sentó en el desayunador casi por inercia. Se veía la fatiga en su rostro y su expresión era netamente huraña.
— Vaya, creí que nunca te vería en éste lugar. ¿Qué pasó? ¿Te echaron? ¿Cortaste con tu supuesta novia? ¿O ese sempai tuyo se cansó de estar célibe por culpa tuya? — Le miró despectivamente desde el asiento.
Misaki no se molestó en contestarle.
>> Parece que no estoy tan errado en que te echaron al menos— se llevó la taza a los labios, dio un sorbo a café amargo. Misaki quiso que se quemara y se le entumeciera la lengua para no poder hablar más, pero no sucedió—. ¿Cuándo comienzan tus clases?
— ¿Por qué lo preguntas? — Le extrañó el repentino interés.
— Necesitas transporte, ¿o no? — dijo, como si fuera lo más obvio del mundo.
— Tengo dos pies y puedo apañármelas bien con ellos.
— Le prometí a tu hermano cuidarte, te guste o no. No tienes voto en ello.
— No actúe como si le interesara si solo es un compromiso. No tiene porqué preocuparse por mí. Debería centrarse más en esa mujer bonita y dejar de joderme la existencia. No tengo porqué seguir su consejo.
— ¿Mujer bonita? ¿Ese demonio? ¡Ja! ¡Qué bien te tiene engañado, muchacho!— rió sin ninguna ironía, algo extraño en él. Cuando se calló, volvió a su expresión seria— Ten cuidado, que ella da más miedo de lo que crees. De bonita no tiene nada. Es más, te recomiendo que te alejes de ella y evites las charlas…— “Tanto por tu bien como por el mío. ¿Qué ideas son esas de que éste enano puede influenciarme?”, Akihiko prefería que ambos se apartaran y seguir con su vida.
—Todos los hombres dicen cosas parecidas de sus mujeres…
— ¿Mi mujer? ¿Eres idiota o sordo? Nunca, y repito, NUNCA saldría con una mujer. Y en el remoto caso de que sucediera, esa no sería ni por asomo Aikawa.
Misaki solo le miró de reojo, sin concentrarse mucho en lo que decía, seguía viendo la televisión.
— Bien, bien. Es homosexual perdido. No suena nuevo, aunque es poco creíble.
— ¿Quieres que lo demuestre o no has tenido suficiente? — sonrió, sabiendo que eso ahuyentaría al chico y le devolvería paz a su mañana.
Akihiko había estado molesto por no haberlo podido ver desde que el chico se había ‘mudado’ allí, pero ahora solo quería molestarlo hasta que llegara a su límite. Era muy entretenido. Y si no podía divertirse de otros modos, al menos joderle la existencia le consolaba.
— Muérase. No solo no me interesan los hombres, por sobre todo, no me interesa usted. Si tuviera que elegir a alguien, usted sería el último — Misaki, un tanto susceptible, había sentido recelo y temor. A Akihiko no le costaba más que dar unos pasos para alcanzarle, y estando como estaba, era claro que Misaki estaría en desventaja.
— Oh…— Akihiko notó aquel temor.
Lejos de culpa, sentía un poco de gracia. Parecía un cachorro que quería huir y no sabía por dónde. Su libido matutina estaba a pico, como de costumbre. Y aunque no fuere a poner mano en el chico, estaba calentándose. “Muy propio, Akihiko, muy propio”, se dijo a sí. “Es solo un mocoso, ya déjale”, una pequeña voz de la conciencia le decía que si solo convivían sin atropellos sus vidas serían más simples. “Vamos, campeón, que ya has estrenado su trasero, ¿qué más quieres? Déjale ser”, volvió su mirada al café y volvió a tomar otro sorbo. Y uno más.
Luego, se paró y caminó hasta donde Misaki estaba y acercó su rostro. El aroma del jabón, de su perfume y del café se arremolinaba en una mezcla extraña. El chico tragó en seco. Comenzó a temblar y la adrenalina le recorrió. Estaba dispuesto a comenzar a correr en cualquier momento.
Vio sus labios torcerse en una sonrisa sardónica. Le pareció extraño el no sentir el olor a cigarrillo, siempre presente en el hombre, pero supo que era temprano para eso.
Su mente trabajaba rápido, pero su cuerpo reaccionaba lento.
>> Vamos, que ni te he tocado. Aunque tus ojos parecen anticiparlo— rió—. ¿No lo has olvidado? ¿Quieres una disculpa? ¿O tal vez prefieres repetir? No te culparía si fuera lo último— Su ego había vuelto. Había vuelto a ser el Usami Akihiko de siempre, el bastardo arrogante. Lejos estaba el período en que el alcohol lo dominaba. Mas lejos aún el tiempo en el que el dolor lo abatía. Tan rápido como se había caído, había vuelto a ponerse en pie.
Era Usami Akihiko, y el casamiento del amor de su vida no había sido más que un acontecimiento triste. Uno que por fin había superado. Era Usami Akihiko, aquel que había amado a Takahashi Takahiro, y que probablemente le seguiría amando. Pero su historia con él acababa allí. El Usami Akihiko que el mundo conocía no se atascaba, no retrocedía ni miraba hacia atrás. Y él, finamente se sentía Usami Akihiko y no otro.
>> Sabes, siento mucho haberte tomado. — Su tono era casi creíble. Casi. De no ser porque sabía lo buen actor que ese hombre podía ser, Misaki habría caído — ¿Es eso lo que quieres oír? Pues sí. Lamento no haber hecho bien las cosas. No se suponía que acabara de aquel modo.
— Ah, ¿no? Entonces, ilumíneme. ¿Qué esperaba?
— Asustarte un poco y dejarte ir. Pero las cosas se fueron de mano… — fue sincero, pero Misaki no le creyó. — Si quieres saber la verdad, lo diré. — el castaño miró con mayor interés a su locutor. Una sonrisa divertida se formó en el rostro del escritor que parecía haber llegado a un acuerdo consigo mismo, un debate del que él no tenía idea — Estaba muy caliente, igual que ahora mismo — susurró, provocándole un escalofrío al chico.
Misaki le empujó con todas las fuerzas que pudo reunir y corrió hasta el hall, cerrando de un portazo la puerta.
— Maldito, le dije que no se me acerque— gritó, temblando. Estaba más que solo exaltado. Sentía que se derrumbaría y lloraría en cualquier momento. No podía aproximarse tanto al escritor, no con la guardia baja. Era peligroso tanto para su salud mental como para su integridad física. — ¿Qué lo lamenta? ¡Usted lo que lamenta es no tener un agujero para desahogar sus frustraciones! ¡Váyase a un puticlub si le falta follar!
El enojo le había hecho gritar. Se fue ni bien el ascensor llegó al piso, y Akihiko se dio por satisfecho al haber recuperado su tranquila mañana. Rió incluso. La situación le daba gracia. Ese enano debía tener mucha confianza para despotricar así.
Mejor. De ese modo no se aburriría pronto.
Pero algo era cierto, necesitaba desahogarse antes de arruinar la diversión y complicar las cosas. No quería volver a atacar al chico. No sin el consentimiento de éste al menos.
“Resulta extraño admitir ciertas cosas… pero, joder, si no lo admito me voy a enloquecer. Efectivamente, ese mocoso me prende. Por razones que ni yo mismo comprendo, pero lo hace”, se sentó a comer tranquilamente. “¿Por ser un Takahashi? ¿Por ser más chico? ¿Por estar apretado adentro? ¿Por ser un buen desahogo? No. No lo sé. Podría ser todo a la vez o ninguna de las opciones. Lo cierto es que el muy maldito me deja duro cada que me acerco más de la cuenta”. Terminó la comida y sirvió una taza más para llevar al estudio.
Su mente dejó de lado a Misaki por instantes y comenzó a pensar seriamente en su trabajo, su modo de aislarse de la realidad. Y aunque Akihiko pensó que pensar en el amor daría probablemente a algo infructífero, miles de ideas comenzaron a llenarle la mente.
Tenía una idea muy clara de lo que quería escribir. La historia no sería como Aikawa la pintaba, sería distinta. “Eso podría funcionar. Creo que… al fin y al cabo puedo hacerlo”. Se sintió bien poder encarar algo que había abandonado por su despeche.
¿Cómo había progresado esa etapa tan complicada a pasos agigantados?
Le importó poco en ese instante, pues corrió a encerrarse en su estudio, cerrando con un portazo casi tan fuerte como el de Misaki.
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Continuación

Cap 12

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